domingo

Ser posesivo.

La mayoría de las veces, cuando uno está muy enamorado no se plantea los límites de su amor. Se olvida de sí mismo y, a veces, puede caer en una relación dependiente. Y no es lo mismo querer a alguien que depender de esa persona. Las actitudes posesivas sólo conllevan sufrimiento. Por eso hay que aprender a amar sin poseer. 
Ser posesivo es cosificar a las personas que nos quieren, creer que nos pertenecen y que por ello podemos controlar sus actos, su vida; ser posesivo es dejar que el comportamiento de los demás influya demasiado en nuestro estado de ánimo; querer dominar y absorber a los que están a nuestro lado. En definitiva, se trata de un comportamiento asfixiante que nadie desea y, sin embargo… Es muy posible estar en una relación posesiva sin darse cuenta. Eso ocurre porque hay cosas que no queremos ver. Nos protegemos a nosotros mismos para no verlas. Al principio es un mecanismo que funciona. Sin embargo, a la larga acaban presentándose problemas que sólo podemos resolver si descubrimos la causa, si miramos a las cosas de cara y las afrontamos. Y es que a amar también se aprende.

Cuando uno es posesivo:
  • Cuando no eres capaz de prescindir de tu pareja a ratos.
  • Cuando piensas demasiado en ella.
  • Cuando temes perderla.
  • Cuando celas demasiado.
  • Cuando tu vida gira alrededor de ella.
  • Cuando no haces nada o pocas cosas sin su presencia.
  • Cuando todo el placer de la vida se reduce a esa persona.

Es malo ser posesivo porque sólo te hace daño a ti y a los que te quieren. Un amante posesivo no beneficia a nadie. Sólo es fuente de tristeza, ansiedad o frustración. Además, se trata de una de las causas de los malos tratos en la pareja. Y es que no puede haber respeto cuando uno se cree dueño del comportamiento del otro.
No sólo es posible cambiar sino que además es deseable. Lo que sucede es que nuestra sociedad no potencia las relaciones basadas en la libertad. Al contrario, parece como si el que más ama también es el que siente celos, el que sufre en la ausencia del ser amado. Suele tener más seguidores el “no puedo vivir sin ti” que el “estoy bien conmigo mismo y me apetece estar contigo”.
La calidad de vida que conlleva tener una relación sana no tiene precio. Además, es más probable que una relación donde ambos respetan la libertad del otro dure más tiempo. En definitiva, se trata de una experiencia que, aunque con algunas pequeñas renuncias necesarias, será mucho más satisfactoria. El amor, al fin, debería hacernos sentir bien, no convertirse en una fuente de angustias y sufrimientos.
Las personas que tienden a depender de otros es porque no están bien consigo mismas. Tratan de llenar su vacío con otra persona. Así, es lógico que la solución esté en arreglar el problema personal de uno. Es decir, cada uno tiene que esforzarse por llevar una vida plena e independiente. Sólo así podrá luego formar una pareja unida por el amor y el deseo, con respeto del uno hacia el otro y sin miedos infundados. Piensa que lo que tú posees, te posee a ti.  Y ¿quién quiere ser un esclavo?
En el amor hay que dejarse llevar, pero también hay que saber renunciar cuando es necesario, por ejemplo cuando la otra persona ha dejado de querernos o nosotros hemos dejado de querer.

Por muy enamorado que estés, nunca debes olvidarte de ti, de tus inquietudes, de tus ilusiones, tus proyectos, tu familia y tus amigos. Más allá de tu pareja hay muchas cosas. No te empobrezcas ni trates de limitar a otro. Alcanzar esta libertad compartida requiere un esfuerzo, pero la recompensa será aún mayor. Al fin y al cabo, todo lo bueno empieza por el respeto hacia uno mismo.


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